Yosper, Cholula (México).
En el corazón del estado de Puebla se levanta una de las construcciones más enigmáticas del mundo antiguo: la Gran Pirámide de Cholula, considerada la estructura piramidal más grande del planeta en volumen, superando incluso a las pirámides de Egipto. Conocida también como Tlachihualtépetl, que en náhuatl significa “cerro hecho a mano”, esta imponente obra es testimonio del poder, la fe y la sofisticación de las civilizaciones prehispánicas de Mesoamérica.
A simple vista, la pirámide puede pasar desapercibida, pues hoy luce cubierta de vegetación y coronada por el Santuario de la Virgen de los Remedios, una iglesia colonial construida por los españoles en el siglo XVI. Sin embargo, bajo ese templo se esconde una monumental base de 450 metros por lado y una altura original de más de 66 metros, con un volumen estimado de 4.45 millones de metros cúbicos, cifra que supera incluso a la Gran Pirámide de Guiza, en Egipto.

La construcción de Tlachihualtépetl comenzó alrededor del siglo III a. C. y se prolongó por más de mil años. Diversas culturas participaron en su edificación, entre ellas los olmecas-xicalancas y los toltecas-chichimecas, quienes ampliaron la estructura en varias etapas superpuestas. Cada nueva generación añadía una capa sobre la anterior, respetando el diseño y las proporciones del templo anterior.
En su interior, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han descubierto una compleja red de más de 8 kilómetros de túneles, pasadizos y cámaras rituales. Estas excavaciones han revelado pinturas murales, cerámicas y restos de altares dedicados a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, una de las deidades más veneradas del México antiguo.
La pirámide estaba originalmente recubierta con estuco blanco y policromado, lo que hacía que brillara bajo el sol, visible desde varios kilómetros a la redonda. En su época de esplendor, Cholula fue una de las ciudades más importantes del altiplano central, un centro religioso que rivalizaba con Teotihuacán y que llegó a congregar a más de 100 000 habitantes.

Cuando los conquistadores españoles llegaron a Cholula en 1519, la pirámide ya estaba parcialmente cubierta por la naturaleza. Hernán Cortés ordenó construir una iglesia católica sobre su cima, como símbolo de la imposición del cristianismo sobre los antiguos cultos indígenas. Así nació el Santuario de la Virgen de los Remedios, que aún hoy domina el horizonte poblano.
La coexistencia de ambos monumentos —la pirámide prehispánica y la iglesia colonial— representa de manera tangible el encuentro de dos civilizaciones: la indígena y la europea. Esta fusión cultural convierte a Cholula en uno de los sitios arqueológicos más singulares del mundo, donde la historia se superpone en capas, al igual que la propia estructura.
Durante siglos, los pobladores creyeron que el montículo era una colina natural. No fue hasta 1910, con las primeras excavaciones arqueológicas, cuando se confirmó que se trataba de una pirámide monumental. Desde entonces, el sitio ha sido objeto de estudios constantes, consolidándose como una joya del patrimonio histórico mexicano.

Hoy, la Zona Arqueológica de Cholula es uno de los destinos culturales más visitados de México. Miles de turistas nacionales y extranjeros recorren los túneles excavados en su interior, visitan el museo de sitio y suben hasta la cima para admirar el paisaje dominado por los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
El lugar sigue siendo un centro espiritual para muchos pueblos indígenas y campesinos, que lo consideran un punto de energía y conexión con sus ancestros. Las celebraciones religiosas y las danzas tradicionales que se realizan a sus pies mezclan elementos católicos e indígenas, manteniendo viva la herencia mestiza de la región.
La pirámide de Cholula es, al mismo tiempo, una construcción arquitectónica, un templo ceremonial y una metáfora de México: una nación que conserva su historia ancestral bajo la superficie de la modernidad.
A diferencia de las pirámides egipcias, construidas en piedra y concebidas como tumbas para los faraones, la Gran Pirámide de Cholula fue un centro ceremonial dedicado a los dioses y al ciclo agrícola. Su tamaño monumental no responde a una sola etapa constructiva, sino al trabajo acumulado de varias civilizaciones que habitaron la región durante más de un milenio.
Los expertos aseguran que aún quedan áreas sin explorar bajo el montículo. Los estudios con radar de penetración terrestre sugieren la existencia de cámaras ocultas y túneles sellados. Cada nueva excavación aporta información sobre las prácticas religiosas, la organización social y la ingeniería de los antiguos pueblos mesoamericanos.
Declarada Zona de Monumentos Arqueológicos en 1931, Cholula continúa siendo un referente del patrimonio mundial. Su pirámide, mayor que las de Egipto en volumen y complejidad, es una prueba del genio constructivo prehispánico y del profundo vínculo espiritual que los antiguos mexicanos mantenían con la tierra y el cielo.
En la actualidad, la silueta del Santuario de los Remedios sobre la pirámide sigue siendo una de las postales más emblemáticas de México. Un símbolo donde conviven dos mundos —el prehispánico y el colonial— que, entrelazados, cuentan la historia de un país que nunca dejó de mirar hacia sus raíces.
